El Mapa del Olvido

20 de abril de 2012

FRANCISCO CASANOVA VICENTE (Berriozar, Navarra, España)

http://g.co/maps/au6z4

La banda terrorista ETA asesina en Berriozar (Navarra) al subteniente de Infantería del Ejército de Tierra FRANCISCO CASANOVA VICENTE. La víctima recibió varios tiros en la nuca a las tres y cuarto de la tarde del miércoles 9 de agosto de 2000 mientras aparcaba su coche en el garaje de su domicilio ubicado en una zona residencial de la localidad navarra. El asesino se introdujo en el garaje tras el automóvil del militar, mientras un segundo terrorista esperaba en la puerta, y le disparó varias veces.
El subteniente Casanova regresaba del acuartelamiento de Aizoain y, tras abrir la puerta del garaje, había enfilado la cuesta de acceso al mismo. Detrás del vehículo entraron en el garaje dos terroristas. Uno de ellos se quedó en la puerta vigilando y el segundo se situó junto a la ventanilla delantera izquierda, sacó una pistola y disparó varios tiros que alcanzaron al subteniente en la nuca. A continuación, salieron a pie del garaje y, en la misma moto en la que habían llegado, emprendieron la huida. La Guardia Civil recogió en el lugar del atentado sólo dos casquillos del calibre 9 milímetros parabellum, marca SF. La esposa del fallecido, Rosalía, y uno de sus hijos, de 11 años, fueron las primeras personas que se acercaron hasta el cuerpo del subteniente, que falleció en el acto. Un vecino que también había salido de su casa al escuchar los disparos contó que vio a la mujer abrazada al cuerpo de su esposo llorando y gritando mientras el pequeño le decía que a su padre «le faltaba un ojo».

Nada más producirse el atentado, la Guardia Civil acordonó la zona mientras realizaba la inspección ocular y la toma de declaraciones a los testigos del asesinato. Además, se instalaron numerosos controles de tráfico en las salidas de Pamplona, controles que también se colocaron en carreteras cercanas a Guipúzcoa. A las seis de la tarde, el juez de guardia ordenó el levantamiento del cadáver que fue trasladado, entre aplausos de los concentrados en la calle Askatasuna, al Instituto Anatómico Forense para realizarle la autopsia.
El Ayuntamiento de Berriozar, con el apoyo de todas las fuerzas políticas salvo Euskal Herritarrok, formación a la que pertenecía el alcalde, José Manuel Goldaracena, presentó en un pleno extraordinario un texto en el que se condenaba de forma «rotunda y enérgica» el asesinato del subteniente Casanova. José Manuel Goldaracena presentó un comunicado alternativo que contó sólo con el apoyo de los cinco concejales de su partido. Semanas después, los cuatro concejales del Partido Socialista (PSOE), los dos de Izquierda Unida (IU) y los dos de Convergencia de Demócratas de Navarra (CDN) presentaron una moción de censura contra Goldaracena, permitiendo que el socialista Benito Ríos se convirtiera en el nuevo alcalde de Berriozar.
En 2004, la Audiencia Nacional condenó a Alberto Viedma Morillas y Mikel Javier Ayensa Laborda, miembros del grupo Ekaitza de ETA, a 30 años de prisión mayor por un delito de homicidio terrorista con el agravante de alevosía, porque actuaron por la espalda y sin posibilidad de defensa, «con una frialdad que repugna a todo ser humano».
Ayensa Laborda fue el que se introdujo en el garaje y realizó los disparos, mientras Viedma Morillas le daba cobertura. Ambos etarras admitieron en dependencias policiales su participación en el atentado, aunque en el juicio se negaron a declarar. Ayensa reconoció, tras ser detenido por la Guardia Civil en Navarra en febrero de 2002, que intentaron acabar con la vida del militar en siete ocasiones durante los Sanfermines de ese año, pero que no pudieron hacerlo debido a que el militar debía de estar de vacaciones. En agosto, añadió, fueron otro día, pero tampoco apareció Casanova por su domicilio. El día 9, sin embargo, lograron su objetivo. Las declaraciones autoinculpatorias de los dos asesinos se produjeron con asistencia de letrado, con todos los derechos que la ley concede y sin objeción alguna, según precisaron los jueces en la sentencia condenatoria. La misma recoge que los dos procesados decidieron «de común acuerdo terminar con la vida» de Casanova. Para ello efectuaron diversas vigilancias del militar y comprobaron sus horarios de salida del cuartel de Aizoain, desde donde se trasladaba directamente hasta su domicilio, ubicado en la urbanización Zortziko de Berriozar, en la calle Askatasuna. De esta forma, alcanzaron la convicción de que «el lugar más idóneo para ejecutar la acción criminal» era el garaje de su vivienda.
Francisco Casanova Vicente, de 46 años, había nacido en la localidad riojana de Igea y desde su niñez vivió en Castejón (Navarra), pueblo del que eran naturales sus padres. El fallecido estaba casado con Rosalía Sáinz-Aja, y teníados hijos, Javier, de 11 años, y Laura, de 7. La familia residía desde diez años antes en Berriozar, localidad cercana a Pamplona. Casanova Vicente pertenecía a la escala básica de suboficiales de Infantería y estaba destinado en el acuartelamiento de Aizoain, donde realizaba tareas administrativas. Este cuartel se encuentra a unos pocos kilómetros de Berriozar y es base del Regimiento de Cazadores de Montaña América 66. Sus restos mortales fueron inhumados al día siguiente en el cementerio de Castejón, donde aún vivían sus padres. Previamente se había celebrado el funeral en la Iglesia de San Francisco Javier de la localidad con la asistencia de centenares de personas, entre familiares, militares, políticos y vecinos. La víctima pertenecía al grupo de jotas Ecos de Navarra de Berriozar, y en los días previos a su asesinato había estado ensayando para las fiestas municipales. Desde 2001 se celebra en Berriozar el Encuentro de Jotas Francisco Casanova en memoria del subteniente asesinado. Además, y desde 2003, la escuela de música de Berriozar lleva el nombre del militar asesinado.
Tras el asesinato de Francisco Casanova, Paco para sus vecinos, se constituyó en Berriozar el colectivo Vecinos de Paz, que tiene como objetivo denunciar y combatir el terrorismo etarra. En su carta de presentación dicen: «Somos personas con diferentes ideas políticas e inquietudes, como cualquier vecino de cualquier pueblo o ciudad, pero algo en común nos une: el posicionamiento en contra del terrorismo y de toda ideología que lo ensalce, disculpe o justifique; nos une la defensa de la vida y la libertad, y el apoyo a las víctimas». Gracias a Vecinos de Paz, y a las aportaciones privadas procedentes de toda España, se construyó en el pueblo un monumento en homenaje a las víctimas del terrorismo, que ha sido atacado en varias ocasiones. Además, el colectivo realizó el documental Berriozar: Puerta de la Libertad, que recoge las experiencias vividas tras el asesinato de Francisco Casanova y los esfuerzos para erigir el monumento a las víctimas. Entre otras cosas, se cuenta cómo las piedras con las que se levantó el monumento tuvieron que ser transportadas por un camionero de Cantabria porque el miedo a las represalias hizo que ningún transportista de la zona quisiera hacerlo. «Desde esa amarga y calurosa tarde de agosto, dijimos que Paco no quedaría en el olvido. Es por eso que desde el 2000, cada 9 de agosto, los Vecinos de Paz de Berriozar, le homenajeamos con jotas y música, aficiones que a Paco entusiasmaban», puede leerse en la página web del colectivo.

12 de marzo de 2012

TOMÁS CABALLERO PASTOR (Pamplona, Navarra, España)

http://g.co/maps/knnvw

El miércoles 6 de mayo de 1998, la banda terrorista volvía a asesinar a un político, TOMÁS CABALLERO PASTOR, portavoz de Unión del Pueblo Navarro (UPN) en el Ayuntamiento de Pamplona. Dos etarras le dispararon dos tiros a través de la ventanilla del conductor de su vehículo, estacionado en las inmediaciones de su vivienda en la capital Navarra, cuando acababa de ponerlo en marcha. Los proyectiles impactaron en la cabeza y en la cara del edil. Eran aproximadamente las nueve y cuarto de la mañana.
Como todos los días laborables desde que en julio de 1995 tomó posesión de su cargo en el Consistorio pamplonés, Tomás se dirigía al Ayuntamiento para realizar su labor como portavoz de su grupo municipal. Poco antes, como era su costumbre, había comprado el periódico. Tomás iba acompañado por una vecina a la que regularmente llevaba hasta su trabajo, en el centro de Pamplona.

Un testigo precisó que la víctima miró los bajos de su automóvil antes de subir al mismo. El coche estaba equipado con un sistema de alarma para prevenir que fuera abierto por extraños. Este dispositivo fue instalado en el vehículo después de que ETA iniciase su campaña de atentados contra ediles del PP. Además, el fallecido había participado recientemente en un curso de autoprotección, impartido por miembros de las FSE para cargos públicos ante el temor a sufrir un atentado. Apenas se puso en marcha el coche, dos individuos se acercaron al mismo y uno de ellos disparó dos tiros contra el concejal. El automóvil del edil continuó la marcha hasta chocar con otro vehículo estacionado muy cerca. Tras efectuar los disparos, los dos terroristas huyeron a pie en direcciones opuestas.
Su hijo José Carlos oyó los disparos desde su casa, avisó a la policía municipal y bajó corriendo a la calle. Cuando llegó al coche, un repartidor mañanero de propaganda había entrado en el vehículo de Tomás e intentaba taponar el orificio abierto por la bala en el cuello de la víctima. José Carlos entró por la otra puerta y le cogió la mano, y no dejaba de hablarle mientras le tomaba el pulso. Estuvieron con él hasta que llegó la ambulancia.
El concejal, gravemente herido, fue trasladado al Hospital de Navarra donde falleció una hora después, en torno a las 10:45 horas. Según el parte médico facilitado por el centro, Tomás ingresó en el servicio de Urgencias con parada cardiorrespiratoria y heridas por arma de fuego. Una de ellas, con orificio de entrada en la parte izquierda de la mandíbula y salida por la cara derecha del cuello. La otra bala quedó alojada en la barbilla.
El día que ETA asesinó a José Ignacio Iruretagoyena, el 9 de enero de ese mismo año, Tomás Caballero tomó la palabra en el salón de plenos del Ayuntamiento, donde se debatía una moción de condena por el asesinato, y se dirigió a los tres representantes de Herri Batasuna que anunciaron su abstención en la votación: «Debemos plantar cara no sólo a los asesinos, sino también a quienes les jalean, les apoyan y nunca les condenan. Me estoy refiriendo a los miembros de HB«. Y agregó en tono emocionado: «Gritarán mucho en la calle, porque es fácil (…).Ustedes, por eso, lo que quieren es matar y seguir matando para que de esa forma nos aterroricemos. Quieren que nos aterroricemos y que nos vayamos. Pero no nos hemos de ir, porque tenemos una obligación para con nosotros, para el pueblo que nos ha elegido y para las futuras generaciones a las que tenemos que conseguir dejar en paz y libertad. A los que tenemos una determinada edad, como la que tengo yo, nos tocó luchar contra una dictadura y luchamos, y salimos adelante. No nos van a amedrentar en este momento con otra dictadura».
Herri Batasuna intentó entonces que Caballero rectificara y se querelló contra él por injurias y calumnias, pidiéndole 90 millones de indemnización. El juez de Instrucción número 3 de Pamplona archivó la querella en abril de ese mismo año, un mes antes de su asesinato, al estimar que esas manifestaciones se enmarcaban en el principio de la libertad de expresión. El diario Egin publicó su fotografía junto a un titular que decía: «El archivo de la querella a Caballero legaliza la calumnia a HB». Sus familiares y amigos vieron en esa querella una especie de señalamiento que precedió a su asesinato días después.
Caballero era consciente del riesgo que corría, y lo fue hasta el último día. Hacía unos días que había hablado con un amigo sobre los últimos atentados a concejales del PP. Él le había dicho: «Hay que ser fiel a lo que uno sea, y yo soy así. Que hagan lo que quieran«.
Comisiones Obreras de Navarra, tras condenar el asesinato de Tomás, exigió al grupo municipal de HB, «que recientemente llevó a Caballero a los tribunales, porque éste les acusó de complicidad con el terrorismo, que demuestren que éste se equivocaba«. Por su parte, el concejal de IU en el Ayuntamiento de Pamplona, José Javier Echevarría, relató que cuando HB puso la querella le preguntó a un concejal de la coalición radical si «asumirían este hecho si, desgraciadamente, lo que yo no quería creer y hoy ha ocurrido, ocurría. La respuesta fue fría, me dijo que si ocurría sería ‘un efecto del conflicto’«.
El día del pleno de condena del asesinato del concejal Caballero, ya sin cámaras, el concejal de Herri Batasuna Koldo Lakasta se acercó a José Javier Echeverría, portavoz de IU, y le susurró: «Ya le avisamos cuatro veces para que rectificara».
En 2003 la Audiencia Nacional condenó a 30 años de prisión mayor por el asesinato de Tomás Caballero a los etarras Francisco Javier Ruiz Romero, Mikel Javier Ayensa Laborda y Alberto Viedma Morillas.
Tomás Caballero Pastor tenía 63 años y era natural de Alfaro (La Rioja), aunque residió en Navarra prácticamente toda su vida. Estaba casado con Pilar Martínez. Era padre de cinco hijos y abuelo de ocho nietos. Presidió en los años 60 y 70 el Consejo de Trabajadores de Navarra contra el sindicato vertical. Fue concejal y alcalde en los años 70, por lo que se llamaba entonces tercio sindical. Volvió al sindicalismo independiente durante unos años y, desde 1995, fue concejal en Pamplona por UPN hasta que lo mataron. Era el sexto concejal asesinado por ETA desde 1995, y el primero de UPN, formación que a partir de las elecciones de 1991 estaba coaligada con el Partido Popular. El último político municipal asesinado en Navarra había sido el alcalde de Etxarri-Aranatz, Jesús Ulayar, en enero de 1979.
En 2007, con motivo del noveno aniversario de la muerte de su padre, María Caballero dijo que su familia «seguirá reivindicando memoria, dignidad y justicia» para todas las víctimas del terrorismo. La Fundación Tomás Caballero que nació «para mantener su memoria, como una parte de la memoria colectiva, con el reconocimiento de la persona, su pensamiento y su acción social», tiene como objetivo rendir «homenaje de gratitud a todas las víctimas de ETA. Porque más allá de los cargos representativos, los uniformes o la profesión de las víctimas, los terroristas asesinan a una persona con su familia, sus ilusiones, su futuro, su dignidad«. En la lápida donde descansan los restos de Tomás en el cementerio de Pamplona pude leerse la siguiente inscripción: «Murió por lo que había vivido: la libertad, la justicia y la paz. Sigues vivo entre nosotros. D.E.P.».

Crea un blog o un sitio web gratuitos con WordPress.com.